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miércoles, 3 de marzo de 2010

Crónica de Fernando sobre XXVI edición de la Maratón de Sevilla



Toda esta historia comienza un 20 de junio del pasado año. Un resbalón en una piscina, consigue hacer lo que nadie había conseguido hasta entonces: romperme un hueso (el húmero). El resultado es 8 semanas parado. Durante este tiempo mi única y absoluta preocupación era recuperarme, quedar bien y hacer vida normal. No había permanecido tanto tiempo sin correr desde hacía muchísimos años…
Como soy persona que suele ver siempre la botella medio llena, intenté sacarle provecho al percance. Mis ligamentos, músculos, tendones, etc. agradecerían el no impactar diariamente contra el asfalto, y se podrían recuperar durante un largo periodo.

Con estas premisas, comencé a correr a primeros de septiembre. Desde el primer momento, tenía en la cabeza el hacer un gran Maratón. Cada vez que hablaba con la gente, siempre repetía que ese era el objetivo de la presente temporada.
La idea se argumentaba en dos hechos: que durante dos años consecutivos había bajado de 2h:50m y que Nacho(otra vez) me tenía un nuevo plan para ello.
La motivación era grandísima, más que nunca si cabe. Los entrenamientos habían sido cumplidos a rajatabla y me sentía fuerte, pero siempre tienes dudas. Siempre te preguntas si tenías que haber hecho más de esto o más de lo otro. Es lo mismo, porque de haberlo llevado a cabo, te preguntarías si debieras haber descansado más… Esa es la primera ley del corredor: “quejarse”…

Así de nuevo, estaba en la estación de Atocha dirección Sevilla para correr su nueva edición de la mítica distancia. El paisaje a través del tren, me da una idea de lo que me voy a encontrar. El manto blanco fruto de la nieve que cubría el campo, no es propio del paisaje andaluz y el frío reinante mucho menos. Por suerte no llueve, y tampoco hace aire. Como siempre que voy a Sevilla, allí estaba Nacho con los peques (cada vez más grandes) para recogerme. Juntos vamos al Estadio Olímpico de La Cartuja.
Recojo el dorsal y compro la foto de entrada en meta, rutinas que se cumplen año tras año.
Me hospedo de nuevo en casa de Nacho, allí comemos con Luisa. La tarde previa al Maratón es tranquila. Damos un paseo, vemos algo la tele y cena. Anteriormente he puesto el dorsal en la camiseta y el chip en la zapatilla. Repaso todas las cosas y a dormir…
Madrugamos para ir al Estadio y recogemos a María. Saludo a María, que está algo nerviosa. Permanezco concentrado. Estoy nervioso, sin embargo creo que la experiencia hace que controle todas y cada una de las cosas que hago sin olvidarme de nada. Saludo a los integrantes del AD Km42, nos hacemos las fotos de rigor y hablo con David y Nacho. Tras dejar la bolsa, me dirijo hacia la línea de salida.

Pistoletazo, y en comparación con otros años he salido perfectamente. Hago caso a Nacho que me había indicado que en lugar de irme hacia el lado interior, me abra hacia el de fuera. No choco ni me cruzo con nadie y no pierdo apenas tiempo. En el primer kilómetro saludo a Gabriel Campos .Pasado el primer kilómetro me cogen David Bueno y su compañero. Tenemos el mismo objetivo de paso por la media, por lo que hacemos un grupo.
Así pasan los kilómetros, hablando, gastando bromas y en alguna ocasión recordando a alguien que no se “pase del ritmo”. Casi siempre vamos en cabeza los tres. De vez en cuando pasan dos o tres compañeros de Tarragona. El ambiente es bueno.
Llegamos al kilómetro 10 y seguimos igual, el grupo es de unos 16 integrantes, muy compacto. Suceden los kilómetros. En los tramos que pega el aire de cara solo encabezamos el grupo nosotros tres, nadie releva. A mi esto me sienta muy mal. Vuelvo la cabeza y se lo digo a la gente, pero nada, nadie pasa. En un momento intentamos descolgarnos, pero el grupo “hasta se para”. Asumimos que cada uno hace su carrera…

Paso por la media en 1:22:15, el tiempo es muy bueno, aunque tenía sensación de ir más deprisa… Lo doy por bueno, pero tengo dudas de si voy a poder “doblar”. Tras pasar la media no se que le ocurre a mi cabeza que parece que le salta otro resorte. No es que pierda la concentración, pero es como si hubiese cumplido un objetivo y se “relaja” durante un tiempo.
David, su amigo y algunos componentes del grupo aceleran, y yo con ellos detrás. El ritmo se va acrecentando y yo decido no subirlo más.
Nacho viene con la bicicleta y me dice que hemos acelerado el ritmo y me pregunta cómo voy. Le respondo que voy bien y que han acelerado “ellos” que el ritmo es el que llevo yo y no el otro.
El problema es que me he quedado solo. David se va y por detrás no viene nadie. Decido ir solo. Nacho me anima de vez en cuando y yo me veo bien. Voy viendo todavía al grupo que dejé ir, le tengo a la vista, me van metiendo dos o tres segundos por kilómetro. No es mal síntoma.
Intento recordar cosas del año pasado, en el que hice toda la segunda media completamente solo (con Nacho en la bici). Eso me da más confianza. Sin embargo en un giro a la izquierda, en el kilómetro 27 entra el aire de cara, siento a la vez frío y las piernas pesadas, y me entran dudas. Para colmo de males el GPS se me ha llenado de “vueltas” y no registra los pasos de los kilómetros, por lo que voy sin referencias.
Intento buscar soluciones que me disipen las dudas. La “suerte” de Sevilla es que es un circuito con amplias avenidas que te permiten mantener el ritmo, y eso es lo que intento hacer. “Si nadie me pasa y yo tampoco paso a nadie esto quiere decir que mantengo”. Con estas frases me intento animar, y convencer, y lo voy consiguiendo.
Y así pasan los kilómetros. Llego al kilómetro 35 y sigo con mis pensamientos positivos:“estoy igual que en el 27, por lo que a peor no hemos ido”.
Sin embargo, necesito un grupo para relajarme un rato psicológicamente. Así en el kilómetro 36 me engancha el grupo que se había quedado en la media. En un momento dado me dio mala señal porque pensé había ralentizado el ritmo y que iba a peor.
Me uno al grupo de unos 10 componentes y me indican que me pegue que van a 4:00m/Km aproximadamente. No me parece mal. Permanezco un kilómetro y medio atrás y empiezo a dar relevos. El tipo de Tarragona se gira y me dice “perfecto, te has recuperado”. A partir de aquí comenzamos a subir el ritmo. Sin querer se acelera el grupo. El olor a meta y el ver que las piernas aún cargadas todavía responden, hace que nos animemos. Nacho está con nosotros con la bicicleta y nos va dando consignas y animándonos. Cruzamos el puente del “Alamillo” y giramos hacia la derecha, ya estamos en el kilómetro 38. Yo miro el reloj, y veo que puedo hacer marca, pero que además, podemos bajar de 2h:45m. Me digo a mí mismo que ni en mis mejores predicciones esperaba estar así en este punto. Acelero el ritmo y conmigo se vienen tres componentes. En el momento que bajo el ritmo, me pasa otro y acelera, y todos en fila detrás. Así, en un kilómetro nos podemos pasar cinco o seis veces. Vamos dando todo. Queremos ir a más pero las piernas no nos dejan, pero seguimos pegando tirones. En el kilómetro 40 un espectador pregunta que en cuánto íbamos a terminar. Nacho responde que entre 2:46/ 2:47. Yo no doy crédito a lo que oía. No podía ser así, ¡¡era imposible!! (posteriormente, Nacho me explicó por qué dijo eso). Yo no miro el reloj, porque además solo tengo el tiempo global y se que está muy justo. Cruzamos el kilómetro 41 y Nacho me da el útlimo grito diciendo: “Aprieta Fernando, que vas a hacer una pedazo de marca, menudo marcón!! Y así lo hago, aprieto los dientes, pego algún grito y entro en el estadio. Ya en la pista de Atletismo veo que el reloj marca 2:43, y “algo”. Paso el kilómetro 42, y ya diviso el reloj de meta. Está con 2:44:15, esto no se escapa. Ahora si que es real, ahora sí que está hecho. No quiero esprintar para quitar dos segundos, quiero disfrutar de esa recta sin bajar el ritmo. Extiendo los brazos y grito…¡¡ 2:44:46!!

Una vez cruzada la línea de meta, saludo y doy las gracias a los 4 compañeros de los últimos 4 kilómetros. Entro en los interiores el estadio, y me quitan el chip., tengo las manos heladas. Paso a las dependencias del estadio a recoger la mochila y empiezo a ver a gente conocida. El primero a David, al que doy una abrazo y la Enhorabuena, 2:43:39, ¡¡menudo tiempazo!! Sigo y me encuentro con Manuel Delgado, hablo con él y me dice que ha hecho 2:43, que ha tenido mucho frío y no se ha sentido bien (otro tiempazo). Me da la Enhorabuena por la marca, porque según él, “hoy no era el mejor día para ello”. Saludo a Juan Antonio, antiguo compañero del Club Maratón Guadalajara y que deseé suerte y animé en la salida y que ha hecho 2:40:40 (sin palabras). Casi al final a Gabriel Campos 2h:46:20 (otro crack).
Yo estoy feliz y voy camino de las duchas, pero la sensación es extraña, no se cómo describirla. Me ducho y voy hacia las gradas. Observo la entrada de corredores. Hablo con Córdoba y Madrid, e informo del resultado, también lo hago con. Nacho que se ha quedado esperando a María, y le doy las gracias por todo. Animo a María en su entrada en meta, pero creo que no me oye.
Veo a Nacho bajar las escaleras que dan paso a la grada y le extiendo mi mano y le doy un abrazo. Creo (y siento) que la marca es suya. Esta es el premio al conocimiento de este deporte desde un punto de vista amateur, de forma altruista y fomentando la amistad por encima de cualquier otro objetivo. Pensando por y para, la persona que corre y cuidando de su salud y felicidad por encima de la marca.

Dicen que cada uno corre como es, y en Sevilla abraza cada noche al Guadalquivir, el mejor de todos los corredores; el que hace mejores a los demás, porque mejor que él, no hay ninguno.

Gracias Nacho.

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