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martes, 22 de septiembre de 2009

III DUATLON DE LOS PALACIOS-VILLAFRANCA



El pasado domingo día 20 de septiembre se celebró la III EDICIÓN DE LA DUATLÓN DE LOS PALACIOS-VILLAFRANCA.

Como es ya habitual en Los Palacios, la organización en general bien, la gente entrañable y muy acogedora con todos los participantes.

El perfil de la carrera ha sido duro, muy duro, sobre todo en la primera parte de bicicleta, tanto que en varios tramos había que bajarse y andar con la bicicleta.
Pero ahí estaban los amables voluntarios a los que no les faltaban tiempo para salir corriendo y ayudarte en las difíciles bajadas.

La única participante en esta aventura del km42 ha sido una servidora, la comentarista del evento.

Me levanté muy temprano para llegar pronto a Los Palacios y que me diera tiempo a seguir todos los consejos que nuestro amigo Antonio Orozco me había dado en un correo. Quería hacerlo todo al pie de la letra, nada podía fallar, iba a realizar una de mis ilusiones, hacer duatlón. Mientras se acercaba la hora me iba entrando pánico y más sabiendo que iría sola a un mundo desconocido por mí.

Me di cuenta que eran las 08:15 de la mañana y que casi estaban a punto de ir llegando la gente para entrenar, en el lugar de siempre de los domingos, me terminé de preparar corriendo como pude para ir a saludarlos antes de irme para Los Palacios, me encontraba un poco nerviosa y necesitaba llenarme de energía positiva ¿quién me iba a motivar mejor que la buena gente del km42?

Así que además de nerviosa me fui triste a mi carrera, a mi ilusión, en ese momento me apetecía más irme con ellos por los campos a correr que realizar el sueño que tanto había anhelado.

Llegué a Los Palacios con el tiempo justo, todo era nuevo para mí, me sentía una extranjera en una duatlón.

Sin calentar, sin preparación previa de ningún tipo dieron la señal de salida y nos dispusimos a correr, fueron 5.800 metros eternos, pesados, pero no era nada para lo que estaba a punto de pasarme.

Ya subida en la bicicleta me daba la sensación de que algo le pasaba que no la notaba bien, además de escucharle muchos ruidos, iba lentísima. Mi salida después de los primeros kilómetros corriendo en la bicicleta iría por la mitad del pelotón, más o menos, pero cuando pasaron unos 10’ aproximadamente empezaron a pasarme gente y me fui quedando atrás y atrás, hasta ponerme en el último lugar, Estuve casi todo el tiempo sola, completamente sola, cuando encontraba a algún voluntario mi salida a no llorar era soltar alguna gracia, que terminábamos riéndonos, porque no era para otra cosa.

Más o menos en el km. 15 llegó un ángel llamado Nicolás, a él le debo haber llegado a Los Palacios porque hubo bastante espacio de tiempo en el que no encontramos a ningún voluntario y tampoco había indicaciones de la dirección de la carrera. Me estaba dando cuenta de que no debía estar allí, estaba muy desanimada, había tomado demasiado a la ligera una prueba tan dura, sin ni siquiera haber tenido tiempo de entrenar. Nicolás no dejó que me hundiera, ni siquiera me dejó llorar, estuvo todo el tiempo pendiente de todo, de mí, de la bicicleta, del ritmo, de todo para que el recorrido se hiciera lo más corto y ameno posible, ya que no parecía que estuvieramos en una carrera, no se veía nada ni nadie.

Gracias Nicolás, realmente vaya por dónde vaya voy encontrando a buena gente, generosos y nobles de corazón, estoy muy agradecida al deporte. Me considero una persona con mucha suerte por tener la oportunidad de encontrarme en este mundo tan especial y único.

Mi experiencia ha resultado muy positiva, sobre todo porque he aprendido mucho y me ha servido para saber que es lo que realmente quiero hacer y dónde quiero estar. Todo tiene que ver con que llevo muchísimo tiempo soñando con hacer duatlon e incluso atreverme a soñar con la duatlón, nada más ni nada menos que Ronda y ayer en los Palacios aprendí y recordé un buen refrán de nuestras abuelas, “el que mucho abarca, poco aprieta” y que yo ya sé dónde quiero estar, corriendo, que no es poco.

María


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