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sábado, 7 de marzo de 2009

XXV Maratón Ciudad de Sevilla 2009


Ya uno casi ni se acuerda la primera vez que decidió correr un Maratón y lo peor de todo, porqué decidió un día correr. El caso es que ya han pasado unos cuantos años de esto y sigo preguntándome cada vez que me pongo en la línea de salida: quién me obliga a mí a meterme en estos “fregaos”. Ya lo he repetido varias veces y no me cansaré de repetirlo: cada Maratón es una historia diferente. Ninguno de los que he corrido es igual ni por su preparación, ni por el clima, ni por la compañía, etc. Este año repetía por tercer año consecutivo ciudad: Sevilla. El resto, nada tenía que ver.

La preparación había intentado ser similar de la de años anteriores, sin embargo este año quizás había sido “corta”. El mal tiempo sufrido, junto a las horas intempestivas de entrenamientos (fruto del trabajo) habían conseguido que en algunos días no pudiese salir a entrenar o simplemente no pudiese hacer lo que ese día tocaba. Eso me creaba inseguridad. No se porqué, pero el nivel de exigencia sube cada año. Nadie presiona, tampoco hace falta, uno mismo se motiva para mejorar marcas, no vale con hacer lo mismo que el año anterior.
El caso es que de nuevo estaba en la línea de salida para correr otro Maratón. Esta vez viajaba solo a la capital hispalense. El AVE de las 8:30 de la mañana me esperaba puntual en la estación de Atocha. Compruebo billete, vía, hora de salida, y compro prensa y botella de isotónico para el viaje. La cabeza ya empieza a obsesionarse con el tema de la hidratación. Salida puntual de la estación y comienzo a leer una revista especializada del mundo del atletismo. Voy pasando hojas y leyendo pequeñas crónicas de carreras junto a recomendaciones generales de cómo correr un Maratón. Me sonrío al leer algunas. Si embargo al pasar las hojas me detengo en una. Es una foto de Luis Javier Colmenarejo con su cinta en el pelo, su equitación amarilla del Cínicas Menorca y su braceo característico. Solo había hablado una sola vez con él, pero le había admirado tanto como corredor y le había visto en tantas carreras que me parecía mentira que no le volviese a ver en ninguna carrera más. He de decir que su muerte, ha sido de las que me más me han hecho reflexionar.
Comienzo a ver corredores en el vagón. Qué finos andan todos, qué caras más afiladas, se nota en su rostro las horas de entrenamiento. Sin embargo todo corredor hace cual león cuando va a cazar su presa ; su propia selección. “Este va a menos de 3 horas, este a 3h:15m, este no me gana….”, estos son algunos de los comentarios internos que realizamos en nuestra cabeza y que dicho sea de paso, no se salva nadie.

Pasamos por Córdoba y dejo de pensar en el Maratón. Ahora solo pienso en todo lo que me ha dado Córdoba en este último año de mi vida. Amalia ha estado presente en todos y cada uno de mis días.

Llegamos a Sevilla y ya están Nacho, Carlos y Paola esperando en la estación. Montamos en el coche y vamos dirección a la Feria del Corredor en el Estadio de La Cartuja. Los peques están grandísimos, y Nacho igual que siempre. Llegados a la Feria, noto la primera diferencia con respecto a otros años: hay mucha más gente. Se nota que es el XXV aniversario y que además es el Campeonato de España
Recojo mi dorsal, compruebo el chip, compro la foto de entada en meta y unas sudaderas de la organización. Me acuerdo que hace un año justo estaba con Javi y Mamen comprando esas mismas sudaderas. Para el próximo año Lucía estará acompañándonos en las carreras con sus padres.
Salimos del Estadio y damos una vuelta por el parque de Maria Luisa. Sigo obsesionado con la hidratación. Tras un paseo, vamos a casa de Nacho dónde nos espera Luisa. Comemos Fideguá marca de la casa, que nos hace chuparnos los dedos a todos. La sobremesa es tranquila hablando y viendo la tele. A diferencia del año anterior Nacho no me dice nada de la carrera, es más, cuando yo inicio la conversación asiente con la cabeza y no me hace mucho caso. Al día siguiente comprendí su “estrategia”…
Cenamos unas pizzas y prontito a la cama preparando el dorsal, chip, mochila, etc. Ya está todo listo, solo queda correr.

A las 6:30 desayuno mis barritas energéticas y de cereales que siempre me acompañan. Ducha, visitas al baño y salida hacia el estadio. Recogemos a María y a las 7:50 estamos en los interiores de “La Cartuja”.
Allí me encuentro con amigos y componentes del club Kilómetro 42. Saludo a todos. Me encanta ese ambiente que se respira. Antes he vuelto a visitar el baño y ahora si que estoy totalmente “vacío”.
Me hacen entrega de un crespón negro para recordar la muerte de Marco Antonio, compañero del club Kilómetro 42 que falleció el mismo día que me enteré de la muerte de Colmenarejo. De nuevo me viene una profunda reflexión y me dispongo a ponerme el crespón al lado del dorsal. Marco Antonio había sido un excelente corredor y con él había coincidido varias veces en mis visitas a la Media de Sevilla-Los Palacios. A veces no entiendes ciertas cosas que trae consigo esta vida.

La organización de la carrera al ser su 25º Aniversario había traído el Campeonato de España de Maratón a Sevilla y a personalidades de este deporte de la talla de Abel Antón. Con él nos hacemos unas fotos que muy amablemente accede sin perder la sonrisa ni poner ni una sola mala cara. Más tarde repetimos con una liebre de lujo: Antonio Jiménez Pentinel “El Penti”.
Antes de la salida coincido con Gabriel Campos y David Bueno, ellos quieren bajar de 2h:50m, al menos David. Yo les comento que intentaré ir un poco más rápido, ya que ellos querían ir a 4:00. Mi problema era que no sabía ni a cuanto tenía que ir, porque no estaba nada convencido.

Ya estoy en la línea de salida y tengo muchas filas de gente por delante. Saludo a compañeros de Madrid y como siempre las mismas frases de todas las carerras: “si es que no estoy, no se porqué he venido, solo vengo a terminarla…” , los mismos de siempre, diciendo las mismas cosas de siempre y bajando todos ellos posteriormente de 3 horas. Aquí no dice nadie la verdad ni al médico.
Pistoletazo de salida y tardo un mundo en pasar. El primer kilómetro en 4:35, lentísimo. Una cosa hemos ganado respecto a años anteriores. No he parado a mear. Una cosa por otra: el tiempo que pierdo en parar lo he perdido este año en la salida. Otra cosa más que debo mejorar.
Pasan los primeros kilómetros la temperatura ronda los 9 grados y voy pasando gente para ver si soy capaz de coger mi ritmo y un buen grupo. Yo me pregunto dónde están con los que corrí el año pasado porque no veo a ninguno. Finalmente veo un grupo y me engancho a él. No miro el reloj, voy cómodo y a gusto. En el grupo vamos unas veinte personas. Entiendo que los que vamos queremos bajar de 2h:50m y siento que tampoco puedo ir mucho más deprisa. La temperatura es buena, quizás en determinados puntos pega un poco de brisa, pero en grupo voy cómodo y regulando. En el kilómetro 5 veo a Nacho. Los kilómetros pasan sin pena ni gloria, es lo que estoy deseando; llegar a la Media. Sigo con mis rituales de beber agua e isotónico en todos los puntos, sigo sin hablar con nadie del grupo. La gente va muy concentrada, de vez en cuando alguno grita a algún conocido, pero yo sigo a lo mío. Veo a Nacho en el kilómetro 20 de nuevo y más tarde en el paso de la media. El tiempo no ha sido el esperado (o quizás sí). Ha sido muy parecido al del año anterior, quizás unos segundos más (1:23:26). Esa no era la idea ideal de paso, más bien ha sido algo más lenta, pero creo que el Maratón hay que saber correrlo por sensaciones y las que hoy tengo no son las mejores.
Inmediatamente pasado el ecuador de la prueba la gente acrecenta un poco el ritmo. El grupo se estira, y yo no me siento nada bien. Decido dejar marchar el grupo. Sin embargo tengo claro que puedo ir solo. La cabeza me funciona, y más cuando empiezo a ver que sigo manteniendo el ritmo. Del kilómetro 25-30 clavo todos los kilómetros sobre 4:00. Eso me da mucha moral. Las piernas no van todo lo fluidas que hace un año, sin embargo el ritmo es bueno, muy bueno. Llego al 30 y como siempre, me digo lo mismo: “se acabó el prólogo de 30km, comienza la carrera de 12”. Pasado el kilómetro 30 me encuentro con Nacho que comienza a seguirme con la bicicleta. Me empieza a animar, a decir que voy bien. Yo no hablo. Asiento con la cabeza y permanezco concentrado. Sus gritos de “vamos campeón, vas muy bien” me recuerdan a Manolo Sainz gritando a Olano en una contrarreloj de la Vuelta a España. Pasan los kilómetros, sigo clavando los tiempos. Nacho me insiste en la cadencia que llevo es muy buena. En el 34 diviso a 300m a Diego, un compañero de Madrid que salía a hacer 2:46. Mala señal para él si le veo a estas alturas de la carrera. Efectivamente casi llegando al kilómetro 35 le cojo. No lleva buena cara. Le digo que se pegue, pero dice que va muerto que se ha pasado de ritmo en la primera media. Esto es el Maratón, la diferencia entre una gran carrera y hacer “crack”, es solo un minuto, pero el controlar esa diferencia en carrera, sin lugar a dudas, te lo da la experiencia.
Llego al kilómetro 35 y me encuentro a los amigos del Correveidiles animando, me conocen del barrio y me hace especial ilusión que griten mi nombre fuera de mi ciudad. Les debo una.
Nacho sigue y sigue animándome. No se cansa. Yo sigo con ese ritmo machacón pero ya me cuesta horrores mantenerlo. Pasan el 36, 37 y el 38, y no dejo de adelantar gente. Pasado el kilómetro 38 (Puente del Alamillo) Nacho telefonea a Javi y habla con él para darme ánimos. Yo no hablo, no muevo ni una pestaña, pero le escucho y agradezco el detalle.
Sin embargo creo que la mejor forma de agradecerle el detalle es no bajar el ritmo. Así llegamos al kilómetro 40 y ya no cojo agua, entiendo que ya no hace falta, que llego a meta perfectamente. Diviso el 41, a Nacho no le dejan pasar y me dice que ahora es cuando tengo que darlo todo. Yo ya voy dándolo todo, no me estoy dejando nada. Entro en el estadio y en el anillo adelanto a otro corredor. Veo que no voy a hacer marca pero que he bajado por segunda vez de 2h:50m. Esta vez el tiempo es de 2:48:56 (2:48:41 netos). Extiendo los brazos y entro en meta. Estoy feliz, estoy muy orgulloso de la carrera. Creo que ha sido mi mejor Maratón, o por lo menos el que más orgulloso me he sentido. No iba convencido, pero he dado la cara en la carrera y me ha salido muy bien.

Lo voluntarios me quitan el chip. Su trabajo en todos los puntos del recorrido es impagable. Me cuelgan la medalla y la beso. Ha costado mucho colgarse este metal sin haber sido primero en nada. Camino de las duchas me encuentro con David Bueno. Tiene la misma cara que yo el año pasado. No hace falta que le pregunte, ha hecho lo que pretendía: bajar de 2h:50m. Está feliz, está exultante. Le doy un apretón de manos y la enhorabuena porque tiene muchísimo mérito y valor lo que ha hecho.

Las duchas es el fiel reflejo de la carrera. Aquí ya no hay engaños. La gente anda despacio, con mucho cuidado, dolorida. Se escuchan los quejidos, pero a la vez la satisfacción de haber terminado. La frase más repetida es: “otro más”, junto con “dicen que este es plano, pero los 42Km y 195m no se los quita nadie”.
Una vez duchado, salgo a las gradas a ver a la gente llegar. He de reconocer que ando un poco “tocado” psicológicamente. Llamo a Madrid y me he emociono, ha sido muy duro permanecer durante tanto tiempo concentrado y por algún sitio tiene que salir esa presión. Bebo una Coca-cola y comienzo a ver entrar a la gente. Gran mérito el de todos los que terminan esta prueba, pienso para mí. Me da igual el tiempo que realicen. Saludo a diversos corredores. Entre ellos a Roberto, su marca habla de la talla de corredor que está hecho: 2h:29:55. Sin comentarios.

Llega Nacho y le doy un fuerte apretón de manos y un abrazo. Volvemos a su casa y de nuevo Luisa nos deleita con una fantástica paella. Sobremesa viendo videos y fotos grabados por Nacho durante la carrera. Nacho me confiesa que el sábado no quería que pensase en la carrera, que no necesitaba meterme más presión, que yo solo me convencería de que podía hacerlo bien. Como siempre ocurre: no se equivocó y volvió a acertar.
Ya estoy en el AVE rumbo a Madrid. Durante el viaje hago las diferentes reflexiones post-marathón. Este es mi Maratón número 19. Este es el que más me ha costado preparar, y el que he logrado realizar sin lugar a dudas gracias a dos personas a las que siempre les tendré que agradecer su apoyo y confianza: Nacho y Amalia. Gracias Nacho por hacer que crea que soy capaz de conseguir las metas que me proponga y por cuidar de mí para que siempre llegue a punto. Gracias Amalia por toda la paciencia infinita y apoyo constante durante todos estos meses. Sin ningún género de dudas, mi maratón número 19 va por vosotros.

1 comentario:

maría dijo...

eeeeyyyyyyyyyyy fernánnnnn que yo también grité tu nombre fuera de tu ciudad, en la gran plaza, ni más ni menos.

Fernando me ha parecido fantastico tu relato, me has hecho vivir palmo a palmo todas las sensaciones de un 19 maratón.

Gracias María